DAR CON GENEROSIDAD
La mejor
forma de convertirnos en embajadores del reino de los cielos es DANDO. Jesús
mismo nos lo dejó establecido en Su palabra, para que lo tengamos presente en
nuestro diario vivir.
Lucas
6:38; (…) Den a
otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida
buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a
otros, Dios les devolverá a ustedes (…).
Lamentablemente,
en la mayoría de las denominaciones católica y cristianas, han enfocado este
pasaje en el dar dinero (diezmos y ofrendas), para las iglesias y por ende para
poder predicar la palabra de Dios. Y ese concepto es muy corto. Nuestro dar
tiene 3 campos para aplicación día a día.
ü
Tesoros
(dinero, propiedades, inversiones),
ü
Tiempo
(en varias acciones)
ü
Talentos
(con los que Dios nos dotó).
Ello implica
que cualquiera de nosotros puede invertir en SU DAR, pues así no tengamos
dinero o tesoros, seguro tenemos tiempo y talentos para ofrecérselos al prójimo,
por amor a Jesús.
Y con Dios
la regla de la economía funciona al revés de lo que el mundo piensa. Para Él, mientras
más regalo (doy) más recibo. Porque el principio divino no es ahorrar e invertir
sino sembrar y recibir cosecha de lo mismo que se siembra y cosecha abundante,
si se siembra por amor a Cristo, se abona con la palabra de Dios y se riega con
la meditación de la misma.
Y Dios
devuelve fruto abundante del mismo género de lo que damos. Si sembramos tiempo (visitas a familiares
ancianos, a enfermos, a presos, a viudas y huérfanos, a amigos, etc.), nos
darán tiempo para escucharnos, asesorarnos, consolarnos. Si sembramos dinero,
recibiremos una cosecha de hasta ciento por uno y si sembramos talentos
(asesoría gratis, trabajos manuales, tortas, postres, comidas, que nos quitan tiempos
y recursos, etc.,), recibiremos más talento y sabiduría personal, ideas
divinas, se nos ocurren cosas para ser más productivos. Así lo prometió nuestro Padre en Su palabra.
Gálatas
6:7-9; (…) No se
engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se
cosecha. El que siembra en los malos deseos, de sus malos deseos recogerá
una cosecha de muerte. El que siembra en el Espíritu, del Espíritu recogerá una
cosecha de vida eterna. Así que no debemos cansarnos de hacer el bien;
porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos (…).
En la lógica
del Reino de Dios, el acto de dar no es sinónimo de pérdida, sino al contrario,
de ganancia. Y pensar que damos para recibir, no es pensar mal ni con
interés. Es correcto dar esperando recibir
de Dios el fruto abundante de esa siembra. De hecho, cuando yo he recibido
algo de alguien (generalmente dinero en mis épocas de crisis), como he tenido
la fortuna d entender y/ o tener revelación del principio divino de la siembra
y la cosecha, lo recibo y ORO a Dios delante del que me ha bendecido, pidiéndole
al Padre que lo bendiga con fruto abundante del mismo género, en cumplimento de
Su palabra. Si no le recibo por pena, de repente le estoy robando una bendición
más grande para su vida.
El mismo nos
dejó esa instrucción. Sembrar por
lástima y/o con intención de ganancia material (egoísta, como cuando se invierte
en un negocio de manera fría y esperando utilidades como sea), no es sembrar, es
dar limosna o invertir.
Sembrar por
amor, es lo que hace la diferencia ante los ojos de Dios. Cuando se siembre por
amor, se hace con alegría POR AYUDAR al que recibe, porque tiene una necesidad que
yo puedo suplir por amor a Cristo.
2
Corintios 9:7; (…) Cada
uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad,
porque Dios ama al dador alegre (…).
Dar, de
hecho, no es solo un acto de amor, sino también de obediencia a Dios.
¡Dios usa a muchas personas que dan de lo que tienen con un corazón
totalmente puro, sin preocuparse del “qué dirán”, sin egoísmo ni avaricia, sin
espera retribución, con el único deseo de honrar a Dios! Esas personas dan de
todo corazón, y, además, son conscientes de que Él es el que transformó el agua
en vino, el que multiplicó los panes y los peces, y el que suple nuestras necesidades
materiales.
La segunda clave
para traer el Cielo a la Tierra, por tanto, es esta: ¡Dar con generosidad!
Sin tacañería ni dar cosas dañadas, viejas o super usadas. Y existen variadas
formas de dar. Se puede:
Ø
Dar
de su tiempo para escuchar a alguien que tiene problemas o para asesorar a alguien
en un negocio o proyecto.
Ø
Dar
ropa buena que le sobre a alguien que la necesite.
Ø
Darle
una sonrisa a la cajera del supermercado en el que suele hacer sus compras.
Ø
Donar
dinero para un familiar en crisis o para apoyar una asociación caritativa.
Ø
Dar
sus talentos para servicio del Señor en su Iglesia local o para apoyar una obra
de amor al prójimo.
Ø
Abrir
las puertas de su casa para empezar un grupo de estudio bíblico o de oración o
para dar posada a un misionero o a un familiar de provincia que manda a Bogotá
a estudiar un hijo.
Ø
Etc.,
Etc., Etc.
Si miramos a
nuestro alrededor, es fácil encontrar a alguien que necesita algo que yo tengo
y le puedo dar. Es tan solo tener una buena
actitud y disposición. Dejemos dejar salir el amor que Dios ya sembró en nuestros
corazones. Haga la prueba hoy. Regálele algo a alguien, porque sí. Sorprenda
a alguien hoy, con un abrazo, una sonrisa, una chocolatina, un consejo, un desayuno
o cena para el celador del edificio, etc. Verá lo bien que se siente. No tiene
precio.
Aprendamos a
dar con generosidad, de lo que Dios nos dio. Y seguro que Él nos bendecirá
sorprendente, generosa e infinitamente.
Bendiciones
Pablo
José Ramírez Hernández
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