DESESPERADAMENTE PACIENTES
Seguramente
algunos de nosotros, creyentes en Cristo y en las promesas consignadas en Su
palabra, la situación que vivimos tanto personal como en nuestras empresas, no
ha mejorado y por el contrario, tiende a agravarse, los recursos se agotan y no
se ve salida.
Los
ingresos siguen estancados, escasos o no llegan y los gastos no paran. En
nuestras fuerzas hemos acometido y seguimos adelantando las tareas y acciones
que la buena administración demanda, en austeridad, recortes y búsqueda de
trabajo o negocios nuevos. En las empresas, la Gerencia y/o los accionistas o
socios, están comprometidos, al igual que muchos de nosotros a nivel personal y
familiar, en sostener y levantar la compañía/casa, para proteger el empleo de
los trabajadores y el sustento de la familia, honrando de esa manera el
propósito de Dios de dar el sustento a todos Sus hijos.
En
esos momentos de angustia, debemos recordar lo que Dios ha hecho en nuestras
vidas y en nuestra empresa, las cuales se han sostenido y nos han permitido
sostenernos, sin depender de nadie distinto a Él.
Yo
he tenido crisis severas a nivel económico y en esos momentos, en los últimos
16 años (desde que recibí a Cristo en mi corazón), reflexiono que, Si Dios aún no
me ha sacado del pozo, es porque la situación es peor afuera. ¡Y vuelvo a
confiar en Su sabiduría y amor por nosotros, sus hijos! Él nos sacará cuando
sea el momento correcto.
El
Señor nos enseña a tener fe y ser pacientes. Hay cosas que buscamos
desesperadamente que solo el Padre nos dará, no la Presidencia o las gerencias de
una empresa o los socios, porque está en manos de Dios, por lo tanto, el afán
es vano. El afán es inútil pues solo la fe nos permite avanzar.
La
fe requiere humildad para reconocer que las soluciones no están en nuestras
manos, sino en las manos de Dios, quien nos exaltará cuando sea el tiempo,
porque tiene cuidado de nosotros.
1
Pedro 5;7;
(…) echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de
vosotros (…).
Aunque
humillarnos es feo, ¡estar bajo la mano de Dios es agradable porque solo Él
puede protegernos! Dios dice que echemos la ansiedad sobre Él, que confiemos en
Su sabiduría y en Sus tiempos. Es mejor estar humillado y protegido, que lejos
de Dios y desprotegido. Vale la pena ser humildes y hacer a un lado ese estado
mental de inquietud, intensa excitación y extrema inseguridad que a veces nos
ataca la mente.
Soy
consciente que es más fácil decirlo que hacerlo, pues hacer a un lado la
ansiedad cuesta muchísimo, más aún si la situación es desesperada. Por lo
tanto, se requiere una intensa relación con Dios para obtener paz en medio
de cualquier circunstancia.
La
desesperación es mala consejera porque provoca que tomemos decisiones
equivocadas. Por eso, la Palabra dice que la impaciencia enaltece la necedad. El rey Saúl, por ejemplo, cometió graves
errores por desesperado, así que Dios levantó a David para tomar su lugar. Por
ansiosos, impacientes y precipitados nos metemos en problemas. Entonces, ¿cómo
sanar la ansiedad?
Acerquémonos
al Señor, busquemos Su consejo, porque Él anhela darnos paz y provisión en
todas las áreas. La cura para la ansiedad
es la Palabra de Dios.
Debemos pedirle al Padre que nos ayude a ser paciente para esperar Su tiempo,
que no nos permita caer en el pozo de la desesperación, y si caemos, pedirle
que duplique nuestra paciencia y fe.
Cuando
nos encontramos en el pozo de la desesperación, no queda más que confiar en
Dios y buscar Su sabiduría, porque Él dice: “Si te tengo en el pozo es porque
afuera está peor, ten paciencia, Yo sé cuándo es el tiempo correcto para salir
de allí”.
A
veces Dios todavía no nos saca de donde estamos, porque afuera podríamos morir.
Muchas
veces en nuestra crisis, no sabemos cuándo Dios nos sacará, pero les aseguro
que Él está con nosotros adentro y cuando sea el tiempo, nos levantará. Él nos
ha librado de mucho y lo seguirá haciendo, pondrá cántico nuevo en nuestros
labios, y cuando nos saque, seremos testimonio vivo de lo que puede hacer con
quienes lo obedecemos.
Busquemos
Su consuelo, alabémoslo en todo tiempo y la restauración vendrá. Cuando estamos ansiosos y desesperados, es
un buen momento para adorar a Dios. De nada sirve afanarse. Lo mejor es
descansar en el Señor, honrarlo y darle gracias porque tiene claro todo el
panorama y sabe lo que hace.
Salmo 40:1-2: Pacientemente
esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del
pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y
enderezó mis pasos.
El Señor nos dice hoy: Por largo tiempo has clamado a Mí pidiendo ayuda para
poder soportar las tribulaciones y sostener esta empresa o esta familia. Ahora
vas a pedir ayuda, no porque no tienes, sino porque tienes demasiado. No
he visto justo desamparado ni su simiente que mendigue el pan.
Cuando no es tiempo en lo natural, quizás ya llegó el momento en lo
sobrenatural.
Las cosas VAN A MEJORAR.
Pablo José Ramírez Hernández
Gracias primo Nuestro Dios y padre es maravilloso y nos alimenta con su palabra era lo q necesitaba DIos te continúe bendiciendo amen
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