DIOS ME AMA SIN EXIGENCIAS NI CONDICIONES


Muchos creyentes no tienen conciencia ni en su mente ni en su corazón, del amor INCONDICIONAL de Dios hacia Sus hijos, a pesar de cualquier circunstancia, error o actitud negativa que tengamos en nuestra vida. Y al no creer en ese amor profundo, puro e irrestricto, viven amargados, tristes, abatidos y/o frustrados, tratando de lograr todo lo que necesitan, en sus propias fuerzas, porque no han entendido la Gracia y el favor de Dios, operando por Su amor, en nuestras vidas.
Jeremías 31:3; (…) Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia (…)
  


Lamentablemente, cuando nos daban las clases de religión (al menos a los de mi época cuando veíamos catecismo en el colegio), nos inculcaban el sacrifico, la penitencia y las obras, para ganarnos el favor de Dios. Era cumplir los mandamientos o estar en pecado y lejos de Dios. Poco se nos hablaba del amor y de la gracia de Dios. Veíamos en historia sagrada a un Dios lejano y castigador para todo el que lo desobedeciera. Y esa mentalidad religiosa y de obras, nos ha llevado a resistir o a no aceptar con sencillez, lo que Dios Padre quiere que recibamos. La salvación y los regalos que tiene disponibles para Sus hijos, GRATIS, aunque a Él le costó el alto precio de la sangre de lo que más amaba, Su único hijo, Jesús. Por eso, mucho creyente que no ha recibido revelación en Su corazón, dudan de que Dios los ame de verdad, y piensan que tienen que ganarse Su amor con actos u obras en su propio esfuerzo.

Hoy nuestro Padre quiere, que por medio de este mini estudio de Su palabra, asimilemos en nuestros corazones lo ancho, profundo y eterno que es el amor de Cristo para con cada uno de nosotros, Sus hijos. El apóstol Pablo elevó a Dios el Padre, una de las más bellas oraciones consagradas en la Biblia, pidiendo para los creyentes de Éfeso, revelación y entendimiento de ese amor tan inmenso de Jesús (Dios el hijo), hacia cada uno de nosotros:
Efesios 3:17-19; (…) para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios (…).

Cuando estamos en medio de un combate y/o luchando contra la enfermedad, la persecución, el divorcio, el miedo, el abatimiento o cualquier otra tribulación, angustia, problema físico o emocional, la Palabra de Dios nos asegura que nada nos podrá separar del amor de Jesús:
Romanos 8:35; (…) ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (…)

El mismo señor Jesús nos anima cuando dijo en Juan 16:33; (…): “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (…).

Hoy debemos entronizar en nuestro corazón, ese amor eterno e incondicional que Dios el padre y Dios el Hijo, nos tienen, para que, a pesar de las pruebas e incluso persecuciones que estemos enfrentando, recordemos que, Jesús está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Mateo 28:19-20; (…) Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (…)

Animémonos. No hay ninguna tribulación ni dificultad de ningún tipo que nos pueda separar del increíble amor de Dios y de la compañía y apoyo de Jesús. Al contrario:
ü  Mis imposibilidades, son posibles en Dios.
ü  Mi tristeza y abatimiento se convierten en un nuevo comienzo, gracias a Él.
ü  El transforma mis debilidades en fortalezas.
ü  Mis pruebas, al superarlas, se convierten en un poderoso testimonio para Su gloria.

Lo invito a que eleve esta oración “¡Señor, es usted grande y maravilloso! Su amor incondicional por mí, es una gracia y una bendición diaria, que me da fuerzas y ánimo. Gracias por todo lo que hace en mi vida, gracias por amarme tanto. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”

Pablo José Ramírez H

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