EL PAPEL DEL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE LOS INCRÉDULOS


Nuestro Padre desea que toda la humanidad sea salva y pueda entrar al reino de los cielos, para estar con Él por toda la eternidad. Por eso nos encargó llevar Su mensaje, por medio del evangelismo, a todas las naciones.


2 Pedro 3:9; (…) No es que el Señor se tarde en cumplir su promesa, como algunos suponen, sino que tiene paciencia con ustedes, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios (…)

Pero existe mucha incredulidad y el diablo tiene a mucha gente con la mente y/o el entendimiento nublado, como con un velo, que nos les deja recibir el mensaje de salvación y no creen en Jesús. Esos son los incrédulos que se van a ir al infierno convencidos que, por portarse bien, van a estar con Dios padre. No entienden que el ÚNICO pecado que nos quita la salvación y nos manda derecho al infierno, es no CREER en Jesús como el hijo de Dios, nacido de una virgen, que murió en la cruz para nuestra redención y salvación.
2 Corintios 4:4; (…) en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios (…)

Y para eso nos dejó nuestro padre Su Santo Espíritu en este mundo. Cuando Jesús vivió, El predicaba, hacía milagros, y le pedía a la gente que creyeran en Él como el hijo de Dios y se arrepintieran de sus pecados. Pero después de ascender a los cielos., nos pidió a nosotros, los hombres (mujeres>) imperfectos, que lo predicáramos sin salirnos de SU palabra y le encargó al Espíritu Santo tres (3) tareas, para lograr que nuestros mensajes les QUITARAN el velo del diablo y les permitieran aceptar a Jesús como salvador, entender el destino del diablo y recibir el paquete completo de la salvación. Veamos la tarea que se le encomendó al Espíritu Santo:
Juan 16:8-10; (…) Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado (…)
Vamos a explicar esas tres tareas fundamentales del Espíritu Santo en este mundo, en relación con los incrédulos que se están yendo derecho al infierno.

1.     Los convence de pecado (que son pecadores):
El perdón de Dios y la salvación se reciben, cuando una persona es sensible a la iluminación del Espíritu Santo, reconoce su pecado y maldad y se arrepiente de ellos, confesándolos a Dios. La convicción del pecado y de que solo Jesús nos limpia de todo lo malo que hayamos cometido, es precisamente una obra del Espíritu Santo. Quien recibe una prédica sobre el sacrificio de Jesús y lo invitan a aceptarlo en su corazón, pero se resiste a creer que por ese sacrifico, quedamos limpios de pecado, resiste testarudamente la verdad, no se arrepiente y no recibe perdón de Dios. Mientras se resiste a la convicción del Espíritu, no puede haber perdón ni salvación. La advertencia es que se puede llegar a resistirlo en forma tan obstinada y decidida, que se cae en un estado de perpetuo rechazo de Jesús. En el pasaje anterior el mismo Jesús nos lo dejó advertido; “De pecado, porque no creen en mí”.
2.     Los convence que ya se hizo justicia para el pecador:
Con la muerte de Jesús en la cruz, se pagó el precio de muerte espiritual y condenación eterna, que exigía el diablo por cada pecador. Jesús se volvió pecado, y se separó espiritualmente del Padre y tuvo que pagar el precio de irse al infierno por tres días. Pero allá, predicó a los cautivos y fue vivificado en el espíritu por el Espíritu Santo, resucitando para vivir eternamente.
La resurrección de Jesús es la garantía de que Dios nos justificó, al aceptar la ofrenda de Su preciosa sangre, como precio expiatorio y prueba irrefutable, de que el que acepte a Jesús, tiene pagados y borrados, sus pecados.
Romanos 4:24-25; (…) Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado por nuestra justificación (…).
Ésa es la demostración que le quiere dar el Espíritu de Dios a los incrédulos. Que acepten gratis, el milagro por el cual Dios no tiene más en cuenta la iniquidad de aquel que cree en Jesús y su obra. Por eso, antes de morir en la cruz, Jesús pudo proclamar: “Consumado es” (Juan 19:30).
En ese momento, como lo dijo en la escritura, nos hizo justicia “porque yo voy al Padre y no me veréis más “, y ascendió a los cielos a verse con el Padre para entregarle la ofrenda de Su sangre pura y sin mancha,  y manifestarle que ya había hecho la tarea que le encomendó, de pagar el precio y hacernos justicia, con su muerte y su bajada al infierno, para que nosotros quedáramos con la justicia impartida, al recibirlo en nuestras vidas. Él nos hizo JUSTOS sin que tuviéramos que pagar el precio que tuvo que pagar por toda la humanidad. Y no ha vuelto más, pues solo volverá cuando se cumpla la gran comisión de predicar a todos los incrédulos este mensaje de salvación.
El Espíritu Santo imprime en el alma de los incrédulos, la convicción de que Jesús resucitó y está sentado a la diestra de Dios el Padre, en el cielo, y que ya nos hizo justicia. Y ese incrédulo, se convierte en un hombre que fue perdonado, justificado, vivificado y reencontrado con Dios para tener esperanza, confianza y paz.
3.     Los convence que ya se le hizo juicio al diablo y fue condenado, quedando sin poder sobre el creyente.
El día en que Satanás, de bruto (porque el diablo es re bruto), puso a Jesús en la cruz, selló su propia condenación al matar al único que no podía, pues NO TENÍA PECADO (aún no se había hecho pecado, para poder bajar al infierno). Y ese mismo juicio de condenación le vendrá a los que mueran sin Cristo, en el juicio del gran trono blanco. La crucifixión del Rey de Reyes ha acarreado el juicio, no solamente del diablo, sino también del mundo que sigue sus reglas.
Sólo el Espíritu de Dios puede revelar a un incrédulo la culpabilidad de este crimen a los ojos de Dio. Solamente Él puede mostrarle que mientras permanezca identificado con el mundo, permanecerá bajo el imperio de aquel que crucificó a Jesús. Asociarse con él, es compartir inevitablemente la suerte que le está reservada. Esta última convicción, debe llevar al incrédulo a tomar la decisión de aceptar a Jesús como Salvador.
El sacrificio de Cristo, generó el juicio de Satanás, quien fue juzgado, declarado culpable de rebelión contra Dios y despojado de su poder y autoridad, por el mismo Jesús cuando lo enfrentó en el infierno.
Hebreos 2:14-16; (…) Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo. Y librar a todos los que por temor de la muerte estaba durante toda la vida sujetos a servidumbre (…)
Es el Espíritu Santo el que, por medio de estas tres tareas, trae la convicción al alma del incrédulo, para que cambie el rumbo de su vida sin Cristo. La conversión del incrédulo, es la consecuencia de esta convicción interior producida por el Espíritu Santo. Implica dar marcha atrás en el camino del pecado, dar la media vuelta hacia Jesús, para no seguir a aquel que conduce las almas al infierno, y así escapar del juicio eterno de condenación.

Pablo José Ramírez Hernández

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