MISERICORDIA QUIERE DIOS EN VEZ DE SACRIFICIOS.
Hoy
meditaremos en este versículo: Oseas 6:6
Reina Valera:
(…) Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios
más que holocaustos (…).
Nueva Versión
Internacional: (…) Lo que pido de ustedes es amor y no sacrificios, conocimiento
de Dios y no holocaustos (…)
AMOR:
En hebreo JESED. =
Amor constante
CONOCIMIENTO:
En hebreo DÁATH. = Conocimiento
íntimo.
Mateo 9:12-13; (…) Al oír esto Jesús, les dijo: Los
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended
lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento
(…).
Fue
la necesidad de los pobres y miserables pecadores la que hizo que Jesucristo
viniera a este mundo a juntarse con esa gente, que para esa época era
considerada como impura por los religiosos judíos. El mismo Jesús les dijo a
esos religiosos “Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos”.
Los publicanos eran los enfermos y necesitaban ayuda y sanidad, cosa que los
fariseos pensaban que no necesitaban.
El
pecado es la enfermedad del alma. Deforma, debilita, intranquiliza, desgasta y
mata. Pero gracias solo a Dios el pecado no es incurable. Jesucristo es el
gran médico de las almas enfermas. Nosotros debemos ser como médicos
espirituales para aquellos que están alrededor nuestro, cumpliendo la gran
comisión que nos dejó Jesucristo; que es recuperar para Dios esas almas
perdidas. Todas las almas que están enfermas por el pecado, necesitan a Jesús
como médico, porque su enfermedad es sumamente peligrosa, la muerte que les
espera es eterna y la naturaleza humana, con toda su ciencia, no les puede
ayudar. Nadie puede ayudar a la cura de un pecador. SOLO CRISTO es el remedio
perfecto. Sin Cristo estamos eternamente perdidos.
Mucha
gente se imagina que está en perfecta salud espiritual y por ello piensan que
no necesitan para nada a Cristo y que pueden vivir fácilmente sin EL.
Jesucristo
mimo demuestra que su fin era precisamente venir a sanar a esos publicanos y
pecadores enfermos. “Porque no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores, al arrepentimiento”. Su actitud hacia ellos era un acto de
caridad, la cual estaba por encima de las costumbres y formalidades religiosas
de esa época que tanto aplicaban los fariseos.
En I
Samuel 15:22-23 vemos que Samuel le dijo al rey Saúl: (…) Y Samuel dijo: ¿Se
complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a
las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los
sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como
pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la
obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de
Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey (…).
A Dios
no le importan tanto los sacrificios (latigarse, ir a Monserrate de rodillas,
ofrecer penitencias; etc.) Prefiere siempre que se le obedezca en todo lo
que nos manda. Se agrada aún más si la obediencia a Sus preceptos la
hacemos para beneficiar a otros. El mayor acto de misericordia que
podemos hacer en el nombre de Jesús, es impulsar, promover, la conversión
de almas en esta tierra, pues con ese acto estamos garantizándole a esa
persona que tendrá vida eterna, o, en otras palabras, estamos salvando de la
muerte eterna a esa alma. Ser obediente al mandato de la gran comisión que nos
dejó Cristo es actuar en misericordia por los perdidos, para que reciban la
salvación eterna.
Se
concluye entonces que cuando Cristo nos dice “Id, pues, y aprended lo que
significa: Misericordia quiero, y no sacrificio”, nos aclara que no nos basta con conocer la letra muerta de las escrituras,
sino que debemos aprender a entender su significado. Las escrituras
deben volverse una norma permanente de nuestra conducta y acciones. Con el
texto citado, Jesucristo aparte de ratificar su propia conducta misericordiosa
y su obediencia al mandato de Su Padre, estaba diciéndole a los fariseos en
qué consistía la verdadera religión; no en ritos, normas u observancias externas,
sino en hacer todo el bien posible a las almas y a los cuerpos del prójimo.
Igualmente les reprochaba y condenaba a los fariseos su hipocresía al convertir
la religión en un ritual de hombres, en vez de tener sanos comportamientos morales,
de misericordia y verdadera voluntad de ayuda a sus semejantes. Por último, les clarifica cual había sido el
motivo de Su venida al mundo; llamar a todos al arrepentimiento.
Dejemos
de ofrecer sacrificios, penitencias, ritos, idolatrías (adorando estatuas o
imágenes muertas) y aprendamos a tener comunión con Dios y obediencia a Su
palabra, para que fluya en nosotros el amor y la misericordia hacia el prójimo,
que está perdido y desorientado en este mundo, sin Cristo reinando de verdad en
sus corazones.
Bendiciones
Pablo
José
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