FELIZ NAVIDAD A MIS HERAMNOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ

 

UNA FELIZ NAVIDAD PARA MIS HERMANOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ DE PARTE DE MI FAMILIA RAMIREZ DUARTE

Hoy debe ser para mí y para mis hermanitos Ramírez Hernández, como como cristianos, un día de gozo. Festejamos el nacimiento de nuestro Salvador Jesús. Aquel que vino a darnos vida en abundancia, a darnos paz y gozo en medio de nuestras tormentas y sufrimientos, el Hijo de Dios, Su único, quien fue a la cruz a sufrir una muerte dolorosa para que nosotros recuperáramos nuestra identidad y naturaleza de hijos de Dios y herederos de la salvación y vida eterna.


Pero cuando hoy iba a empezar mi devocional mañanero, me acordé de Betita y no me pude contener. Me puse a llorar cono sé que muchos de mis hermanos ý sobrinos lo hacen desde que se nos adelantó Betita. Y llorando pensaba en porqué ese sentimiento si yo sabía porque sabía que mi amada hermanita estaba con papá Dios, que Él la consiente, la arrulla en Sus brazos y que su espíritu y su alma están vivos y gozosos en la presencia del Padre rodeada de nuestros seres queridos y del combo completo de papás, tíos, hermanos, primos y demás familiares amados que nos precedieron y ya durmieron en Cristo, y que resucitarán primero cuando vuelva mi Señor.

Y a pesar de mi fe en Cristo y lo sólido de mis creencias sobre la temporalidad de la vida terrenal, la resurrección y la vida eterna con papá Dios, y de que aprendí cómo buscar el gozo y la paz en medio del sufrimiento y la tristeza, la loca de mi casa que es mi mente y que genera mis emociones, a veces cae en estos sentimientos de tristeza.  Es ahí cuando me pongo a leer o escribir la palabra, busco citas que me den paz y gozo y me toca pedirle al Espíritu Santo que me consuele, ayudándome con alabanza y con palabras de agradecimiento a Dios por lo bueno y amoroso que ha sido conmigo toda la vida y especialmente este año.

Entiendo entonces que tengo una manera muy particular de hacer mi duelo. Es de efecto retardado. Estar de duelo por la pérdida de un ser querido es uno de los dolores más intensos que existen. Leí en Google que la muerte de un ser muy querido y cercano provoca “serias disminuciones” en la salud física, mental, en la estabilidad emocional y en la vida social, y que las consecuencias físicas y psicológicas pueden llegar a durar hasta cuatro años. Pido en oración al Padre que mis hermanos y/o sobrinos no sufran así y por tanto tiempo.

A mi hoy no me pasa eso, pero si lo viví un tiempo cuando se murió mi mamá en el año 2001. En el día de su entierro yo no lloré. Me sentía raro. Como molesto, furioso porque no la había llevado unos días antes de su infarto a un chuequeo médico que le había prometido y eso no me dejaba en paz, no entendía que había pasado si en esa época mi mama estaba feliz, viajando cada rato a ver a sus hijos, esperando su primera biznieta, pendiente de un cercano viaje a Canadá para su nieta mayor, en fin, estaba plena y feliz. Duré vació y triste 2 y medio años. Hasta que recibí a Jesús en mi corazón cuando ajusté mis primeros 50 años de vida.

En el año 2003 recibí de corazón a Cristo, fui bautizado en Su Santo Espíritu, empecé a estudiar con juicio la palabra de Dios durante 6 y medio años y se acabaron mis miedos, preocupaciones, angustias, afanes, y el duelo por mi mamá, al entender por fin la verdadera naturaleza de mi ser y donde y con quién estaba mi mamá.

Dejé ir por fin ese maluco sentimiento que me atenazaba cuando NO ENTENDIA como éramos, qué teníamos en Cristo, como se había conectado mi espíritu al de papá Dios y cómo me empezó a llenar de luz, esperanza, gozo, paz. A través del estudio de la Biblia, entendí tantas cosas que antes eran como locura para mí. Aprendí lo que era la verdadera paz y gozo en nuestros corazones a pesar de las tristezas y angustias o zozobras temporales que he venido sufriendo desde hace 23 años con los procesos judiciales, embargos, desempleos temporales, etc.

A mis hermanos entonces les digo hoy que  la pérdida de Betita, como lo fue la de mis papas y la de Nando, puede quebrarnos y dejarnos destrozados por un tiempo, pero DIOS puede, quiere y logra, unir de nuevo esas piezas quebradas, restáuranos en amor y darnos esa paz y ese gozo que sobrepasa todo entendimiento humano llevándonos  a estar  felices  por Betita, quien ahora si está en su verdadera casa feliz como nunca lo estará uno en esta vida terrenal.

Se acabó mi duelo. Puede que a veces esté triste porque me hace fata ver a mis papás y a mis hermanos Nando y Bertha, discutir con ellos, reconciliarnos, abrazarlos, en fin, ser hijo y hermano.  Pero tengo a Cristo conmigo y con Él todo lo soporto. Y me quedan acá otros 8 maravillosos hermanos  a quienes hoy les deseo desde el fondo de mi corazón que pasen un día muy feliz festejando el maravilloso y asombroso nacimiento de nuestro amado Jesús, el que vino al mundo para darnos salvación, vida eterna y un verdadero  propósito como hijos de Dios.

FELIZ NAVIDAD AMADOS HERMANOS

 

Pablo José

 

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